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Aprender a vivir en pareja, como un proceso lógico y fluido


Incrementar la posibilidad de éxito al interior de una relación de pareja, parece una labor titánica. No es gratuito que en nuestros tiempos haya cada vez más divorcios que matrimonios.
Sin duda la estructura misma de la relación de pareja es compleja, disímil a cualquier otro tipo de vínculo familiar, y su papel es sin duda preponderante en nuestra vida. Tanto si decidimos tener pareja o permanecer solos.
El compromiso, toma de decisiones, pasión, intimidad, estabilidad a veces riñe con la apreciación particular de cada quien; parece no existir forma ideal de acoplar a dos individuos dentro de la unidad llamada pareja. 
Es importante entender este tipo de relación desde la inversión social,  familiar, económica, emocional y singular que hace cada uno. La diferenciación implícita con cualquier otro tipo de relación. Tu pareja no es tu madre, tu padre, tu hijo, tu hermano o tu mejor amigo, por tanto, no es posible homologar dicho contexto a ningún tipo de vínculo previo, por más fluido que este haya sido.
Poder construir una relación que probablemente instituya tu futura familia, puede resultar más enmarañado de lo que imaginas, no en vano, estás apostando lo que tanto valoras: tu futuro, tu individualidad, tus creencias, conceptos e interpretación del mundo.
El amor, y con esto espero no herir susceptibilidades, termina quedando muy debajo en la escala de prioridades, al momento de afianzar una relación de pareja. Y es que el amor por Dios, tus hijos, padres, hermanos, el afecto hacia tus amigos, definen prioridades muy distintas a las que emergen dentro de la pareja; al interior de la cual coexisten necesidades palmarias de supervivencia social y emocional. 
Conservar una visión idealizada y romántica de lo que es la otra persona, aquello que inicialmente te cautivó y condujo al enamoramiento, puede ser un gran desacierto al momento de afrontar realidades. Como humanos todos somos imperfectos y estamos en camino de aprender cada día. Si  en realidad crees que de tu mano camina el príncipe azul o la princesa de fabulas, tendrás que cargar con los desengaños que conlleva saber que junto a ti, transita un ser humano sin cualidades extraordinarias como cualquier otro.
La pasión disminuye con el tiempo es una realidad inapelable, y solo la sana admiración por tu pareja, te ayudará a asumir los cambios normales que se dan en una relación que se agota a fuerza a rutina, manías y convivencia.
Por supuesto, es posible mantener una relación de afecto sin mayor interferencia de los agentes externos y es muy probable que las coincidencias iniciales que unieron a dos personas, permanezcan en el tiempo; a la larga estos serán los pilares que sostengan el vínculo, ayudándose con un poco de imaginación, innovación, fantasía y buen humor. De igual modo es importante construir una fuerte lealtad que permita a cada uno establecer sus limites, pero siempre con la premisa de proteger la autonomía de los dos.
Los deberes propios del día a día generan desgaste, el agitado mundo actual exige cada vez más tiempo de nosotros y menos para compartir con quienes nos rodean. En esas circunstancias es preciso dedicar tiempo de calidad y espacio a la relación, pero también para relacionarse con otros y mantener una adecuada salud mental.
Seguramente, la relación más firme durante la adversidad es la pareja. Es un hecho que no todo será un paraíso, pero debemos ser capaces de entender al otro dentro de sus diferencias, enfados y conflictos, sin manipular la compañía y apoyo que prodigamos. La pareja es una sociedad de ayuda mutua, al interior de la cual no existen favores que deban ser pagados a posteriori. Dentro de la pareja está implícito el protegerse y confortarse mutuamente, quien considera que cada gesto, cada palabra, todo obrar, tendrá que ser enaltecido por su igual, debe contemplar seriamente la idea de permanecer solo.
Mejorar la comunicación y dejar de lado el énfasis en lo que falta, en la visión distorsionada del otro, a quien cada vez percibimos lejano del “ideal” que teníamos. Habituarnos a una relación con alguien que tiene defectos, y quien no por ello es el culpable de todos nuestros problemas. Poner en una balanza lo que ganamos o perdemos estando con o sin esa persona.
Entender que desde siempre las personas se conocen, atraen, acarician, intiman, enamoran, y que todo ese torrente pasional disminuye con el tiempo. Algunos terminan su relación, se impacientan y sufren, otros por el contrario juzgan en ello un proceso natural de selección y algunos se sostienen en su relación articulándose a las nuevas condiciones. En cada caso lo importante es el proceso de aprendizaje y entender que vivir en pareja es un proceso lógico y fluido.

Germán Camacho López

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