Si un día te pierdo, solo
ambiciono que la vida te cubra de amor y caricias. De tantas alegrías que
mereces. Y te extasíes de ese algo admirable que eres tu misma. Entretanto, yo
te sueño. Como el simple bohemio que he sido, a quien el miedo de perder tu cariño,
le hace perder tu sonrisa. Una disculpa vaga y tardía, no compense lo que mi
corazón late cada día en tu recuerdo. Las tardes a tu lado, en la cama, con la honestidad
diáfana de un sentimiento de vida; mas la vida es esto y quizá, esa su locura, sea
cotidiano arrepentimiento. Sin embargo, tu felicidad y laureles colmen con
creces mi desencanto. Mi verso, mi bonita princesa.
Eres encantador soneto, maravilla
que tus suaves labios revalidan, ojos almíbar, canción de Agosto. Refinado rostro
que atavías con el suave vaivén de tus pasos, pasión y poesía.
Es así, como me invitas cada
noche a viajar hacia el mundo del ensueño, a rencontrarme contigo, a tenerte en
mis brazos; en parajes imaginarios, en barcos que nunca zarpan, en el elixir de
mis sueños que te abrazan. Y estoy fuera, esa brevedad, que la realidad quiebra
con la certeza de no verte, ni poder decir, si valga, en otro mundo, una
esperanza a esta espera inútil, que no se place con cartas, ni llantos.
Mas soberana de delicadas facciones,
elijo pensar en ti como luz que cobija en la noche mi agobio, me toma en sus
brazos, acaricia mi frente; aguarda mi beso hasta la mañana siguiente y luego,
tras otra noche, yo te aguardo de nuevo. Solo para sentirme apenado y feliz al
mismo tiempo, sorprendido, y desconcertado, mientras te busco en otros cosmos,
y divago en la extraña enfermedad que, llaman apego, cuya medicina es lejanía,
cuyo cansancio cobija.
Así, en mis propias frases
mantendré tu nombre, en un silencio subrepticio que avivara la locura de un
elixir perdido, ese de tu cuerpo. Secreto de cada día, permanecerás oculta en
el antojo que ignora mi íntima agonía, que me acerca a ti cuando más lejana te
encuentras.
Y como cada noche te tomaré
en mis brazos, entre caricias y besos, tan solo por profesar que existe un
mundo distante donde el cariño desgarrado revive entre plácemes, que solo los
amantes que añoran por siempre, logran acertar.
Si un día te pierdo, te
llevaré así, en cada pálpito de mi corazón dolido, y te honraré en el santo
nombre del cariño, volcando mi sentimiento en manía, manía de recordarte
siempre.
Luego, presto y de pie, sigo,
en esta lucha inútil de vivir contigo sin tenerte, y hablar sin besarte. Mi
disculpa nada vale, lo sé, la he repetido mil veces frente a tu celestial
rostro que, solo en el paraíso de mis quimeras emerge.
Mi verso, solo espero que un
día lo entiendas.
Germán Camacho López
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