A veces prefiero escribir sin un: había
una vez...iniciar simplemente, sin algo complejo. Y dejar que las ideas se
agrupen buscando libres su curso.
Entonces vuelvo a ser un animal
político, social y religioso que, busca distanciarse del espejismo de sociedad
que nos ofrecen.
Me recuerdo a mí mismo, siendo niño, con
una pequeña libreta amarilla de apuntes. Sintiéndome tan opuesto al
imperialismo, a la imposición religiosa, que no evoco en que instante también
me hice parte de ello.
Esta imagen, claro, conexa a la de los
obreros a quien vi romperse el lomo por mantener una familia, y a la de un
estado que, en lugar de compensarles, estuvo en su contra con toda la
corrupción que le ha apolillado desde siempre.
Hoy, agradezco retomar mis orígenes, convicción
moral, y sensatez de seguir mi propio ideario. Refrendando la premisa que la
codicia es solo una droga psicodélica para ver el mundo de color billete.
Y me gusta pensar, en un matiz de fábula,
que fue una vaca con poderes mentales quien me hizo vegano (Confío, no lo tomen
de forma literal, como suele ocurrir en estas latitudes)
Retomando la retrospectiva de tales
épocas de niñez, me doy cuenta del trato engañoso que dieron a la humanidad, permitiéndoles
creer que podrían ser empresarios, artistas, famosos, gente de mundo. Cuando en
verdad el poder sigue en manos de los mismos y, la condición del sistema de
clases, no cambió una pizca.
A pesar de ello, hoy, todos quieren ser
de clase media, burgueses mostrando sus logros y beneficios. Llenos de miedo,
fundamentalmente, arraigados al poder político y sus migajas. Olvidando que
quieren ser reyes del mundo, sin haber aprendido a gobernarse a sí mismos. Siempre
reprimidos, tan presionados que no hay oportunidad de expresarse. Viajando en
buses abarrotados cual colmena de ficciones, esperando escuchar, al final del
día, lo maravilloso que eres. Ansiando bienes materiales entre la frustración
de no tenerlos. Asfixiados de cualquier iniciativa, regidos por un sistema
mecánico que distribuye de manera rígida sus desigualdades.
Creo que, en un momento, esa conciencia
me hizo sentir vergüenza. Hablando de igualdad y poniendo mi voto a corruptos y
mercantilistas; acariciando mi mascota y sirviendo en mi plato la de algún niño
campesino, al que le mutilaron en ocho presas la suya.
Al final fui parte de todo y de nada,
hasta sentir que era demasiado. Siempre interesado en el Pacifismo, Laicismo,
Ecologismo que, de algún modo se relacionaban con la igualdad, con los menos
favorecidos atrapados en un absurdo juego capitalista.
Hasta lograr entender que vivir se basa
en sentir el dolor y alegría que se acumula a través de los años y convertirlo
en algo bueno, en el interior de tu alma, desde la infancia. Lograr renacer
libre de todo paradigma político, religioso, económico. Comprender ese dolor y
alegría que hacen latir tu corazón con fuerza, en el interior de tu pecho,
hasta llevarte a encontrar tu sitio en el mundo.
Así una vez que vuelves a sentir,
saberte propio, dejar de canalizar ese dolor y alegría hacia la religión, la
política, el dinero, las noticias, el patriotismo. Aprender que son solo
barreras que impiden ver el verdadero rostro multicolor de Dios.
Puede ser que uno sienta más hambre y
soledad, aun cuando todo ese dolor ya no está presente. Pero es como que tienes hambre de aquel
simbolismo en el que viviste por tanto tiempo. Sin embargo, te vas dando cuenta
que es el despertar a un mundo maravilloso.
Es decir, vas entendiendo algo tan
miserable como lograr el éxito económico, tan solo para correr a esconder tu cabeza
en una madriguera, cuando todos saben que estás ahí, y pueden abusar hasta
sacarte la poca dignidad que te queda.
Entonces comprendes que estas fuera y es
una real sensación de euforia, de verdadero éxito.
Lo que estoy tratando de hacer aquí, en
este tiempo mío, es algo bueno para alguien, es influenciar de la manera que
puedo, decir que puedes seguir soñando tus propios sueños, y no seguir los de
otros.
Germán Camacho López
Germán Camacho López
Comentarios
Publicar un comentario