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Novela los ángeles van a cualquier lugar, menos al cielo

Los viajantes eran esencialmente vegetarianos. Se alimentaban de todo aquello que brotaba de la tierra y sabían distinguir bayas, frutos y semillas venenosas. Los animales que llevaban consigo solo los utilizaban para obtener la leche, y el cerdo que llevaban encerrado era más una especie de mascota resguardada para no terminar en los fauces de un depredador. El agua que encontraban era también para sus animales, a quienes adjudicaban, idem, derecho como a las personas.
Y aunque su provisión de agua fuera escasa en algún momento.
Sabían que podían obtenerla en otros lugares, era como si las
profundidades de aquel terreno yermo fuera una gran ensenada.
Al partir acostumbraban dejar señales para que otros grupos
itinerantes pudieran hallar fácilmente el lugar. También dejaban semillas y granos que pudieran preservarse y resultar de utilidad para otros.
Las mujeres transformaban los granos de trigo, cebada, centeno
en una harina que servía para hacer batidos, o tortas, y junto con el arroz, las judías y algunas hierbas conformaban la base de la dieta. En las noches formaban un círculo tomados de las manos y, junto a la fogata, elevaban una plegaria a quien llamaban: <Debel>, agradeciendo por los alimentos recibidos.
El viejo sabio, el batipurí, era el centro en torno al cual giraba
toda la estructura social. (Fragmento, los ángeles van a cualquier lugar menos al cielo/Germán Camacho López)

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