Cuantos de ustedes sienten a diario que no son dueños de su propia
voluntad ni responsables últimos de sus acciones y pensamientos. El esclavo
moderno ha perdido la posibilidad de actuar como persona, de ser libre,
responsable de sus actos. Vive como un alienado religioso, político, social, y
económico. Hombres explotados por hombres, sujetos productivos victimas del
engaño social, entregando el producto de su trabajo e intelecto. Una
explotación sin razón natural, puesto que la naturaleza humana es libre. La
sociedad actual convierte a las personas en objetos, mercadería; genera
desigualdades y, sobre todo, deshumaniza. El ser humano actual no vive su labor
cotidiana como parte de una realización personal. No trabaja para sí mismo,
sino para sobrevivir, ese trabajo beneficia solamente al dueño de la riqueza.
Lo convierte en un simple instrumento, un medio de producción. Tal explotación genera
divisiones sociales, discriminación, segregación y marginalidad. Clases
sociales antagónicas: propietarios y proletarios. La concentración del capital
en pocas manos, ha sido posible con el respaldo de un sistema ideológico,
económico y religioso que garantiza, da legitimidad y legalidad a tal modelo
esclavista. Las personas sufren una alienación religiosa, intelectual e
ideológica. Dicha alienación supone al ser humano inventar “superhumanos”
económicos, políticos, sociales y religiosos, en quien deposita toda perfección
y frente a los cuales el mismo es imperfecto, es decir, rebaja su naturaleza.
Dicha invención es un freno para el cambio, el progreso, la libertad y la
eliminación de las injusticias, al plantear que hay que aceptarlas, depositando
las esperanzas de felicidad en esos poderes superiores. Provocando la
desvalorización propia, el conformismo y la esperanza en un mundo inalcanzable.
Cuestiones irreales inventadas por los poderosos, para manipular y adoctrinar
al hombre.
Lo más valioso del ser humano está dentro de sí, lo más puro y
perfecto (su amor, compasión, empatía, bondad, fuerza de voluntad,..) no en
seres o instituciones proyectadas hacia fuera. El ser humano no debe negarse a
sí mismo, ni rebajarse a la calidad de una criatura religiosa, económica,
política o social. El hombre debe boicotear sus creencias, movilizarse contra
ellas, luchar para cambiar sus condiciones, para dejar de ser esclavo. Exhortar
al oprimido a rebelarse, a deslegitimizar el orden establecido, a rechazar la explotación
de un grupo sobre otro. Descartando el discurso intelectual, filosófico y
político que le es ajeno, que pertenece a la clase dominante y opresora.
Entendiendo que la libertad, la igualdad y la propiedad privada no son un
privilegio sino un derecho legítimo y natural, basado en la razón. Que no debe
ser sustituido por la arbitrariedad de una figura ficticia que no representa la
voluntad del pueblo. Es apostar por la ‘praxis’ de una libertad plena,
cambiando la estructura económica, la distribución de la riqueza, la estructura
de la sociedad. Volver a ser dueño de su voluntad, y autonomía, ajeno a reglas
opresivas, dogmas, sinsentidos y abusos.
Es momento de romper las cadenas, salir del continuo estado del
miedo; es momento de expresar el origen divino que habita al interior de cada
uno.
Germán Camacho López
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