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Sobre la opinión personal

Lo que se piensa, escribe, dice o publica es y será siempre una “opinión”, en el lugar especial que ocupa la percepción de cada quien. El objetivo de la opinión no es transmitir datos ni verdades absolutas. Mi opinión no va a cambiar a menos que note alguna validez en la opinión del otro. Toda esa información no es más que la interpretación que hago sobre la base de aquello que conozco, por tanto, mi intención es simplemente argumentar un punto de vista determinado. No persuadir o rubricar mi verdad. Se trata de ofrecer un determinado punto de vista a los demás; la interpretación propia de creencias, noticias, hechos o datos. Esto permite contemplar tales eventos desde ópticas distintas y, en algunos casos, generar sinergia como resultado de la suma superior de opiniones, o cuando menos empatía o concordancia.
¿Cómo desde mi interpretación puedo corregir lo incorrecto de la opinión de otro? Si desconozco sus sentimientos, razones, vivencias, creencias y prejuicios. Me encuentro avocado entonces al espinoso terreno del relativismo moral, donde cada quien determina lo que es correcto para sí.
De tal suerte que apenas si puedo argumentar, incluso, intentar persuadir. Más allá de eso, es desatinado considerar “errónea” la opinión de terceros. Simplemente, por estar en desacuerdo, aun, en el terreno de la moral objetiva. Si desde mi realidad no es ético el consumo de animales en la premisa del respeto a la vida. ¿Cuándo lo hacía era menos ética mi conducta a pesar de ser algo aceptado por la moral colectiva?
Quizá el asunto pase por la ambigüedad moral de nuestra sociedad. Por ejemplo: Un socialismo que habla de igualdad para todos es afín conmigo. Adpero, ¿es aplicable, funcional?
Vivimos entre contradicciones que muchas veces empujan en dirección de una opinión sesgada y polémica. Existen demasiados temas sensibles desde la igualdad, el respeto, y la convivencia que difícilmente se afrontan desde una sana discusión. Para ello se requiere una mentalidad abierta y un corazón dispuesto. Sobrepasar el ámbito de las generalizaciones y emprender la construcción de una amalgama moral que permita discernir con sabiduría lo ecuánime, desde la posición privilegiada que ostentan muchos. Partiendo de la tesis de nuestro modo de interpretar la realidad, cambiando el marco de referencia y contemplando el mundo de un modo radicalmente nuevo. Si bien no es un proceso sencillo y puede resultar desconcertante y hasta belicoso. Tales diferencias de opinión demuestran la necesidad de abrir canales de diálogo abierto y sincero, desde el interior de la propia familia. Dar la bienvenida a esas diferencias como pilares para erigir una nueva sociedad.


Germán Camacho López

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