La capacidad para reconciliarse demuestra el talante de las personas, su inteligencia emocional y empatía. El resentimiento es clínicamente reconocido como una patología con diversos grados de agresión y violencia. Muchas personas buscan que simplemente se les reconozca el daño que sufrieron y responsabilizan a su entorno o a la sociedad por ello. Esperan siempre una restitución por el dolor sufrido, hasta convertirlo en un círculo vicioso. El resentimiento les da de alguna manera impunidad para comportarse a su antojo. Se convierten en víctimas perennes aun cuando su conducta genere más daño. La reconciliación a nivel familiar, social y político, es necesaria. Sin embargo, no es un mandato sino una decisión personal. Es la oportunidad de abrir la puerta a una nueva vida, impedir que el pasado se cierna como una sombra que controla todo. Es renunciar a la retaliación y sus consecuencias, al derecho subjetivo de tomar revancha, rompe la relación de poder del uno sobre el otro. De lo contrario el ofendido cargará consiente o inconscientemente un dolor que impide su avance. Desliga las ataduras del pasado, permite seguir adelante. Es un acto gratuito, algo que transmuda en el interior de la persona, liberando del odio, el rencor, el resentimiento y, cualquier ser humano está en condiciones de hacerlo. Tenemos la facultad de recordar el pasado mas no de cambiarlo, la reconciliación es esa herramienta para el individuo y la sociedad humana.
La reconciliación es el camino para sanar emocionalmente, para madurar y seguir en busca de objetivos.
Germán Camacho López
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