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La responsabilidad en las creencias

Mientras sigamos la senda de premios y castigos, de justificar nuestra conducta en lugar de corregirla. De abarrotar edificios entre alaridos al viento y golpes de pecho. Mientras sigamos creyendo en un infierno y un tipo con tenedor haciendo parrillada con los pecadores, difícilmente asumiremos la responsabilidad que tenemos como sociedad. Somos frecuencias de energía materializadas, cuyo valor esencial radica en la conciencia. Tal conciencia trasciende tras la muerte y pasa a otros planos de un multiverso. El objetivo principal de la humanidad es alcanzar niveles de vibración armónicos, infortunadamente, la narrativa convirtió tal ciencia en poesía. La vibración que buscamos se llama amor, no el amor egoísta que nos profesamos unos a otros buscando obtener provecho. Sino un nivel de conciencia que conduzca a la igualdad y el respeto por la naturaleza. El primer paso para derribar el muro de confusión que impide tal avance es la abolición del sistema capitalista y la religión tal y como la conocemos. La antípoda de la vibración que la humanidad llama amor es el miedo, como conceptos metafóricos serían esos sus “cielos” e “infiernos”.  Debemos desmontar la guerra, la avidez por el dinero, la división de clases; comprender que la vida de las personas en Siria, Palestina, Angola…, es tan importante como la de nuestros padres, hermanos e hijos. Entender que no son limosnas lo que requieren nuestros semejantes, sino igualdad de derechos. Que esos hermanos incluyen a toda persona sin distinción étnica, social, sexual, física. Ampliar el panorama y razonar la conducta bestial que implica comernos a nuestros semejantes no humanos, destruir los bosques, contaminar los ríos. Mientras sigamos creyendo en fabulas de dioses que viajan en nubes y parrilladas infernales, evadiremos la responsabilidad que nos corresponde de llevar a la tierra al más alto nivel de energía.

Germán Camacho López

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